-¿Les bajaron, en serio?
DANIEL RABINOVICH: -A
lo mejor sí, a lo mejor no. Pero lo que queremos decir es que estamos más
sabios, con mayor posibilidad de compartir...
MARCOS MUNDSTOCK: -De
repartir.
CARLOS NÚÑEZ CORTÉS: -Me
parece que una fecha para recordar es 1972, porque en ese año cada uno
dejó de trabajar en los otros trabajos.
-¿Cuáles eran?
DANIEL RABINOVICH: -Bueno,
yo trabajaba de escribano, Marcos era locutor y redactor de publicidad,
Carlitos (Núñez) era químico y el otro Carlos (López Puccio) hacía
toda clase de docencia musical.
CARLOS LÓPEZ PUCCIO: -Cosa
que todavía hago. Siempre me costó dejar las cosas. E incluso tomaba lo que los otros iban dejando.
Así, me hice un poco escribano, un poco locutor, un poco químico...
Jorge Maronna: -Y
yo, como guitarrista, acompañaba a cantantes. A Dina Roth, a María
Elena Walsh.
-Y contrariamente, de las décadas pasadas, ¿qué no
volverían a hacer?
JORGE MARONNA: -Cierto
tipo de obras, del principio, dedicadas a público más de concierto, más
elitistas, creo que eso no lo volveríamos a repetir. Una persona hace
poco me confesó que, aunque nos admiraba muchísimo, nunca llegó a
entender la cantata Laxatón (N.
del B.: musicalizaron, en
clave de parodia el Bach de La pasión según San Mateo, el
prospecto de un laxante, de venta en farmacias, llamado Laxatón.)
DANIEL RABINOVICH: -Tal
vez, algunos temas folklóricos, por excesivo localismo. Aunque, pensándolo
bien, las cosas que no repetiríamos, en realidad, nunca las hicimos.
CARLOS NÚÑEZ CORTÉS: -Lo
más amargo, y que por suerte dejamos de hacer, eran unas reuniones
creativas a las que nos obligábamos, de un modo compulsivo. Teníamos
que concurrir todos, con lápiz y papel, y teníamos que permanecer
tardes enteras, tuviéramos o no algo para aportar. No nos podíamos
retirar, teníamos un horario, y se armaban unos climas opresivos y
anticreativos que sólo muchos años después nos animamos a reconocer
como tales. Y lo peor es que de eso no le podemos echar la culpa a
nadie, porque las convocábamos nosotros.
JORGE MARONNA: -Igual,
creo que de esas reuniones salieron un par de obras buenas.
DANIEL RABINOVICH: -Es
cierto, pero eran pesadas, en especial para los que no nos tocaba
escribir.
MARCOS MUNDSTOCK: -Creo
que incurríamos en un exceso de democracia. Todo tenía que ser de
todos, y a veces terminábamos diciendo cosas no porque tuviéramos algo
que decir, sino porque teníamos que decir algo.
CARLOS LÓPEZ PUCCIO: -¡Uy,
qué lindo eso!
|